Echando de menos
un solo sonido;
el del grajo,
carajo,
que vuela tranquilito en la mañana.
Bajo el sol candente,
se alimenta,
desayuna parásitos.
Conmigo.
Recuerdos de estío,
lindo bullicio
de mi infancia...
Catorce putos meses
llevo cadaver.
Ahora fumo cigarritos,
tristemente,
que no son de la risa.
¿Fumas? ¿Bebes?
Con menudos huevos,
le pregunto a la gente,
acaricio sus falanges
y les escupo fuerte
nolotil
en las heridas...
Ni en cien años me reconocerías.
Puede que ya no pueda
hablar de nada,
ni de hombres,
desamor,
incluso mi ombligo,
¡se hallan muertos!
...mi ingenio y mi palabra.
A veces,
afónica; atrapada,
emito
un runrún,
un crujido
¿si me obligo?
Están ustedes ante el funeral de mi balada.
Siempre creí que terminaría por encontrar mi palabra. Sin embargo, forma ésta parte de la ley de la memoria histórica y ahora solo la busco para, dignamente, sepultarla.