Sueña con el fin de sus lamentos, y le deja a la puerta la escalera trozitos del recuerdo de la avellaneda. Le presume entre las copas y las risas medio revueltas. Amarillos los colores de su falda: le revienta cuando pasa y no la mira, no la espera. Sueña con la vuelta, la moneda. Le recita cortos los poemas, siempre con ese carácter de agua muerta. Tan estancada vive; que cuando saca la polvera se le llena el pelo al viento de piedras, se le eriza la melena, y se queja, le revienta. Le pregunta al pobre trozo de sistema, al aburrido y nocturno, taciturno, al resquemor, al cortejo de miel, a sus palabras, a su saliva, le pide vida. A su madre, a su tierna y grande pieza de nada. Le pregunta lo que sea. Y le revienta.
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