
Efervescentes calaveras que brotaban desde el suelo y volvían a entrar, yo intentaba alcanzarlas con los dedos... Soñar.
Agonizante el corazón pedía auxilio y la fuente de mis poros, de la cual el agua no paraba de manar... Despertar.
Y sobre tus parpados, lentos, quietos, recostados, yo me imaginé mientras soñabas y tarde, muy tarde, despertabas, y la ola de tu carne me sumía hacia dentro, me sumergía entre el hueco de tus ojos hacia el cuello.
¿Quién me paga por fantasear?