Una misma habitación,
le miro de reojo;
coincidimos los dos.
Le siento desde lejos;
latir la tensión.
Deseo pasearme alrededor,
cerrarle los ojos,
el beso abrasador,
el fuego, la llama,
un disparo atronador.
Agarrarle las manos,
en un baile juntarnos
eternos girando
con el mundo que resta
atentos mirándonos.
Se avanza la noche,
mis labios rezuman alcohol,
a decirle me atrevo:
"enzarzarme en tu duelo,
perder el honor".
El junta su pecho
contra mi pecho,
me agarra las manos,
yo aun no comprendo
¿por qué no nos vamos?
a hacer el amor
borrar el termino
que nos divide en dos.
Le muerdo la oreja,
el baja sus dedos
hasta las costuras de mi pantalón.
Te lo juro por los santos,
que no busco nada,
no creo en el amor.
Fundámonos.
Nunca quiero hablar de ti.
Nunca a pesar de que te nombro a todas horas.
A tus ojos ambarados, al colapso de tu melanina, que choca con la mía. A tu férreo cuerpo de glúteos esculpidos en mármol emperador.
Ojalá tu cara de satisfacción, tu muesca de placer, en cada hombre que termina en mi cama. Cómo voy a pedirles que imiten tus gestos si ni si quiera hablo de ti.
Te pienso siempre cuando recorro tu calle y siento que me acaricias los muslos y me besas la entrepierna. Ojalá me atrapen la boca con unas manos curtidas, como las tuyas, y me rocen los labios en silencio.
Ocultándome te busco, en el más firme mutismo, a escondidas me tanteas. A nadie le cuento que estuviste anoche recorriendo mis caderas.
No tengo nada que decir, , nada. Nunca diré nada, porque nunca hemos tenido nada que decir. A escondidas. Ni cuando bailamos los dos solos en tu perfumada habitación una danza grácil, belicosa, callada, nos decimos nada. Y ojalá tu cuerpo me cubriese ahora como el sol cubre agosto, en un vendaval cobrizo de verano. Como el astro recorrió tu marrón innato; desde tus pestañas escarpadas al lunar de tu pie. Ojalá como el aguacero inesperado en septiembre seamos tu y yo, siempre conociendo tu existencia, pero llegando brusco y violento para mojarme la piel.
Aunque nunca diga nada, aunque solo pase por tu avenida; sin mirarte aunque estés mirándome, porque siento que me observas desde lejos.
Y advierto el aroma de tu piel, el del océano que recorre tu origen, de titánicas ondas y el del ostentoso perfume que permanece en las grietas de mis manos durante horas, como tu itinerario corporal. Aunque sea inviable, porque tu clamas que yo soy la culminación de la infamia, una arpía desbocada, y yo siento un desprecio terrible por tu vida, tus ideales narcisistas. Una fisión imposible; e imposible me dijeron la primera vez que lamiste con tus ojos mis ojos. ¡Ay, pues los tuyos son una colmena!, , en tus ojos es nadar el cárabe que fue pasado y será futuro, no me cabe duda.
le miro de reojo;
coincidimos los dos.
Le siento desde lejos;
latir la tensión.
Deseo pasearme alrededor,
cerrarle los ojos,
el beso abrasador,
el fuego, la llama,
un disparo atronador.
Agarrarle las manos,
en un baile juntarnos
eternos girando
con el mundo que resta
atentos mirándonos.
Se avanza la noche,
mis labios rezuman alcohol,
a decirle me atrevo:
"enzarzarme en tu duelo,
perder el honor".
El junta su pecho
contra mi pecho,
me agarra las manos,
yo aun no comprendo
¿por qué no nos vamos?
a hacer el amor
borrar el termino
que nos divide en dos.
Le muerdo la oreja,
el baja sus dedos
hasta las costuras de mi pantalón.
Te lo juro por los santos,
que no busco nada,
no creo en el amor.
Fundámonos.
Nunca quiero hablar de ti.
Nunca a pesar de que te nombro a todas horas.
A tus ojos ambarados, al colapso de tu melanina, que choca con la mía. A tu férreo cuerpo de glúteos esculpidos en mármol emperador.
Ojalá tu cara de satisfacción, tu muesca de placer, en cada hombre que termina en mi cama. Cómo voy a pedirles que imiten tus gestos si ni si quiera hablo de ti.
Te pienso siempre cuando recorro tu calle y siento que me acaricias los muslos y me besas la entrepierna. Ojalá me atrapen la boca con unas manos curtidas, como las tuyas, y me rocen los labios en silencio.
Ocultándome te busco, en el más firme mutismo, a escondidas me tanteas. A nadie le cuento que estuviste anoche recorriendo mis caderas.
No tengo nada que decir, , nada. Nunca diré nada, porque nunca hemos tenido nada que decir. A escondidas. Ni cuando bailamos los dos solos en tu perfumada habitación una danza grácil, belicosa, callada, nos decimos nada. Y ojalá tu cuerpo me cubriese ahora como el sol cubre agosto, en un vendaval cobrizo de verano. Como el astro recorrió tu marrón innato; desde tus pestañas escarpadas al lunar de tu pie. Ojalá como el aguacero inesperado en septiembre seamos tu y yo, siempre conociendo tu existencia, pero llegando brusco y violento para mojarme la piel.
Aunque nunca diga nada, aunque solo pase por tu avenida; sin mirarte aunque estés mirándome, porque siento que me observas desde lejos.
Y advierto el aroma de tu piel, el del océano que recorre tu origen, de titánicas ondas y el del ostentoso perfume que permanece en las grietas de mis manos durante horas, como tu itinerario corporal. Aunque sea inviable, porque tu clamas que yo soy la culminación de la infamia, una arpía desbocada, y yo siento un desprecio terrible por tu vida, tus ideales narcisistas. Una fisión imposible; e imposible me dijeron la primera vez que lamiste con tus ojos mis ojos. ¡Ay, pues los tuyos son una colmena!, , en tus ojos es nadar el cárabe que fue pasado y será futuro, no me cabe duda.
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