Cómo pude mirarlos, esos azules ojos,
cómo pude mirarlos y pensar en otros.
No apta para el compromiso,
para el conformismo;
tatuado en el rostro.
Lo siento, joder, si lo siento.
Mi calvario mental es un abismo,
a veces de un susto
siento un muy loco seísmo.
Fliparíais si os contase lo que me odio,
a mi yo mismo.
Estoy hecha de invierno por dentro...
Incapaz de cambiar.
Dice mi madre, con mirada glaciar;
que no fui engendrada para poder amar.
Me recuesto en el diván,
el loquero no para de hablar y hablar...
De carencias afectivas, emocionales,
trastornos, privaciones morales...
¿Y yo?
¿Dónde descargo mi dolor?
Este hombre tiene pánico de que pierda los cabales,
de mi yo interior.
Qué listo él, razón no le faltaba,
como todos aquellos que de mi hablaban,
a mis espaldas.
No me importa, si que soy zorra mala,
tampoco pasa nada,
llamenmelo a la cara.
Sólo reclamo, sólo busco,
cuando falta amor para uno mismo,
nunca te lo digo,
nunca me explico.
Cojo el petate,
y no me acuerdo si te he visto.
Te beso sin miedo
la piel esa de esquisto.
Y aunque el futuro es incierto, no es contigo.
Lo siento.
Este es mi castigo.
Hay un dios en el cielo abierto,
me confundió con Cristo,
me impuso los clavos del hedonismo.
Soy lo peor; es cierto.
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