
Me falta el aliento cuando quiero recorrer nuestros recuerdos, es tanto tiempo...
Eres una canción triste hecha carne. No he visto a nadie que moviera los pies con ese aire de desidia. Tan lentas tus caderas cuando te alzas sobre el suelo; quieres volver a tocarlo con demasiada rapidez...
Te voy a echar de menos y no lo haré como siempre, no sera desde el corazón ni desde el alma, no será tu olor lo que me falte, ni tus caricias, que nunca vienen mal. Ahora sera mi mente, querré recordarte como una tormenta y no solo como el relámpago que desequilibro mis sistemas, querré a fuego sobre mi muslo una insignia con tu nombre, saber que estuviste ahí, que nadie nunca relevo las esperanzas que sembraste, ¡y vaya! No querrás saber que siempre me sobra hueco en la casa rural, que es mi corazón, para que cuando vuelvas, no te extrañes de mi sol. Y dejaré, en instantes, de pensar en tus manos, eran mis costillas tu piano y desde mi mitad, desde la metáfora de una manzana, tu solo sabias como manejarme bien, ponerme las herraduras y dejarme marcas en la piel.
Y tras de mi, sonidos de lavanda, amarillos como el sol, y nunca sabrás si fue tu piel de luna o la mía, de pan, lo que estallo en tremendo fuego consumiendo nuestro bosque y si en lo que queda de mis pecas integrales aun esta tu aroma de agua, de sal.
Mareame, zarandeame, dale vueltas a esta habitación. Estamos solos tu y yo.
Cámbiame besos por demostraciones de amor. Déjame hablarte de lo que voy a echar de menos tu talento para la obsesión, y aunque tu corazón no bombee afecto, se me montan tiendas de campaña en los poros.
Te voy a echar de menos.
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