
Goteaban en el final sus lágrimas de felicidad, y ya viejo, después de toda la vida creada se desplomaba en el océano. Brillaba a lo lejos la estrella, tan lejos que tocaba sus rayos, se despegaban en el reflejo y acusaban a los pájaros de felicidad. Cantos redondos y coloridos, más que las flores, en una gama de pálidos marrones, y la triste y morada piedra que agitaba la mano del niño, daba tres botes y le acuchillaba sin dolor.
- Padre -le decía en su trastornada muerte- nunca había sentido el placer del reencuentro, el origen del final.
Y donde acababa el río, comenzaba el mar.
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