La oronda luna llena,
del monte vidriera,
que sobre la chapa de tu auto,
sin apuro alguno
desvendaste mis heridas.
Eran ambas de metal
(el espejo y la hojalata
no mis llagas descubiertas),
suaves, frías y pulidas.
Carretera y dorsal espina.
Con el runrún del agua helada
que abandonaba la colina,
y el oreo incalculable
que por mi falda se cernía,
así te contemplé
por vez primera...
...como el amor de mi vida.
No comments:
Post a Comment