¿Y no es acaso su existir una quimera? Todo lo que no tiene es sencillo de alcanzar, su solución se basa en tapiar los ojos y tolerar que todo se desmorone eternamente entre lo real y lo que no, la ficción de un deseo...

Tuesday, November 22

05:45 19/11/16

Dónde estás cuando el viento mece las hojas. Dónde estás cuando el viento mueve mi pelo y crea esa horrible música que sólo tu entenderías, la sibilancia tersa cuando acaricia las copas, el roce de una rama con su compañera, el ulular sereno del paso por una cobertura seca y desgastada.
Habríamos creado una melodía de este momento, y sería las más triste o la más libre de los tiempos.
Sólo tu comprenderías mis trazos, y frenarías aquí, donde yo freno, en este instante, para ver crecer el elegante movimiento, el despertar, la onda suave pero perfecta. El tic-tac de mis pasos sin el tic-tac de los tuyos. Me estanco debajo del árbol ya marrón, corrompido por el relente que me inunda, y elevo la mirada para escuchar la danza a la que no fui invitada, cubierta por una espesa y redonda luna anunciando que no son mas de las seis.
Es una madrugada mustía y rota, como mis costras mentales, mis vivencias, las de la vidriera estelar.
Todo el mundo, el resto de un resto, que no lleva tu nombre, ni tus ojos vivos o la mente hambrienta, pensaría que algo malo me sucede, algo mental que me insta a deambular en la negrura y observar el viraje de la vida. Siento caer la noche como un cuerpo enorme sobre mi. Tu me sonreirías, me darías la mano, me besarías el cabello cuando disfrutase de la asfixiante calma en mis hombros, justo debajo del arbusto, con las lágrimas ya en los pies.
Disfrutarías, sin una palabra, de la quietud del otoño, que ahora se muestra feroz, igual que yo disfruté de una primavera de dulces sabores al paladar, llena de paisajes violentos e indescriptibles; con el verde de tus ojos o los pastos infinitos, con el azul de tus camisas o los ríos bravos, con el rojo de tus desgastados labios o las tardes desde el balcón.
Y ante tu ausencia y la presencia de todos estos condicionales; busco, con escasa desesperación, unos labios que jamas me besarían el cabello, ni crearían ritmos con mi hálito, ni se empaparían de este taciturno vapor, pero que sí me harían sentir viva. Aunque no.
A este hermano de verde sombrero y mástil corpóreo y a mí ¿nos sobran copas o recuerdos?

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