Malditos sean los días que no encuentro en tus pestañas el céfiro de mi otoño.
Ahora que te has ido, cuándo es el tiempo del regreso.
Malditas sean las horas que maldigo en el rincon de nuestra foto.
Sal de mis ojos.
Y eres.
Tanto si lloro,
como si veo rojo en este claro trozo;
de mi soledad.
Nada más lúcido que conocer que si partiste,
mas allá de mis maldiciones,
Dios quiso poner a prueba mi despiste.
Preguntó: ¿Quién tiene cojones...?
Fuiste la miel, "honey"...
Resulta como el Romeo contemporáneo que a todas les pone.
Mas allá de mis maldiciones,
Dios preguntó ¿...a enamorarse, entonces?
Yo levanté la mano.
Y el brazo.
Y el corazón.
Y mantuve rato largo,
hasta convencer mi devoción.
Y del "te quiero" entre caricias pasaste a las mentiras.

Ahora que te has ido, estoy ahogada.
Volveré a nacer y a quererte desde arriba.
Maldita sea mi mano,
que te toco los brazos.
Maldito sea mi corazón mundano,
que creyó en tu devoción.
Y maldito sea... Nuestro amor.